Son las 5 de la mañana... la noche se me hace eterna. Apenas llevo durmiendo 4 horas, pero no puedo más. Tengo una especie de empacho de sueño.Anoche estuve dando un buen paseo por la playa, observando como los días se van pareciendo y van tomando cada vez más color de invierno. No es mi pasíon estar sola, pero no se qué tiene la playa, que me ayuda tanto a desconectar y a cavilar sobre mi vida. Es uno de los pocos momentos en los que encuentro tranquilidad.
Son muchas las ideas que me rondan la cabeza, y las ganas de cambiar me invade y me llena. No se trata de pequeños cambios, sino de dar pasos grandes en mi vida, mirar hacia lo que siempre he querido hacer, y dar esos pasos hacia ello. No es fácil, pero tampoco imposible. No se trata de andar sin rumbo como lo hacía antes en la playa, sino de hacerlo marcándose una meta, para la cual, siempre hay un camino.
Como dijo Napoleón: "La batalla más difícil, la tengo cada día conmigo mismo"
Todo el mundo tiene su momento de lucidez de vez en cuando, y por ello, en esta afirmación no le quito la razón al emperador. Somos tan capaces de conseguir algo valioso, como de ponernos todas las trabas posibles para no hacerlo. Somos los máximos culpables de lo que nos sucede, y de nosotros dependen muchas de las decisiones que tomamos, pero a veces, los prejuicios, los miedos o la falta de autoestima es la peor adversidad que puede toparse con nosotros en el camino.
Ahora mismo son las 5:30... la luz del día que caía sobre mi espalda mientras caminaba, está volviendo a aparecer por mi ventana. La tranquilidad es absoluta, el cantar de unos pajarillos acompaña la musicalidad del silencio, que queda perturbado de vez en cuando por algún ladrido, o algún sonido de motor. Parece no haber vida a las 5:30 de un jueves por la mañana, pero ahí fuera hay gente yendo a trabajar. Aun es muy temprano para mí, asique vuelvo a la cama, a seguir revolviendo mis sábanas, y mi cabeza...
6.00h... Todo vuelve a la normalidad.
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