martes, agosto 04, 2009

Ni Blanco, Ni Negro...

Esta tarde me he tirado un buen rato pensando, reflexionando y refrescando un poco la cabeza.

Sentada en el murillo del Paseo Marítimo, he contemplado los últimos rayos de sol que le quedaban al día, hasta que poco a poco la noche ha ido cayendo sobre mí y sobre todos los veraneantes que disfrutaban alegremente de un tranquilo y bonito día de playa, ajenos a todo problema o preocupación.

En estas fechas, la playa se divide en dos partes. Por un lado, está la gente que puede tirarse una tarde tomando el sol. Por otro lado estamos el resto de los mortales, que nos tenemos que conformar con un tranquilo paseo. Dicho murillo es una clara linea divisoria, que hace distinguir sin lugar a duda, unos de otros.

Mi intención de esta tarde, era buscar un sitio con bastante tranquilidad donde reflexionar sobre muchas cosas, y donde recuperar un poco la calma que estos días han tratado de robarme, pero cuando llegué a la playa, al ver el tremendo alboroto de gente, caí en la cuenta de que quizás no era la mejor opción, ni el mejor sitio.

Aun así, tomé el rumbo hacia "ningún sentido" y cuando creí oportuno, me senté como decía, en el murillo a contemplar como el sol iba escondiéndose poco a poco. Me tiré durante unos minutos mirando al vacio, con la mente en blanco, hasta que derrepente y sin darme cuenta, empecé a meterme en pequeñas vidas anónimas que ambulaban alrededor mia.

Eran casi las 9 de la noche, y ahí estaba yo... Sentada de cualquier manera con mi pequeña libretilla y un bolígrafo, apuntando sobre el papel todo lo que se me iba pasando en esos momentos por la cabeza.

Después de casi una hora y media allí sola, he compartido (sin permiso) algunas vidas increibles, que me han transmitido muchisima felicidad, porque para ser feliz y estar agusto, no hace falta mucho. Las cositas más pequeñas y más insignificantes son las que hacen que la vida tenga todo el sentido del mundo, son las que sin darnos cuenta, llenan nuestros días de grandes momentos.

Ahí estaba yo... Sola, con la ropa del trabajo, un boli, un papel, unas bonitas vistas y compartiendo interiormente la alegria de las otras personas, y sin querer, las lágrimas empezaron a deslizarse por mi cara. Eran incontenibles, pesaban mucho, no podía aguantarlas, pero no todo es para siempre, a veces es mejor dejar marchar ciertas cosas en la vida, para que puedan caber otras mejores.


Después de todo... Vuelvo a sentirme un poco mejor...

1 comentario:

Joselillo dijo...

El paso del tiempo pone todo en su sitio y cura las heridas.

Lo que no debes hacer es parar ya que las hojas del calendario siguen siendo arrancadas y resbalando por el suelo de la cocina.

Un beso muy fuerte