RAZÓN.
biorritmos y controlo los decibelios de mi mal carácter y mi lengua rápida. Seré breve. Las lesbianas me han declarado la guerra. Planean con sus garras afiladas sobre mis palabras, escupen su odio revenido contra todos mis posts y amenazan con denunciarme. ¿Ante quién? ¿Las Naciones Unidas? Han desenvainado sus espadas de gladiadoras y, en plena fiebre de la reivindicación, están inundando la sede de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays Transexuales y Bisexuales (FELGT) con protestas, diatribas y esputos varios sobre este blog. Otras amenazan con crear un contrablog lésbico para destriparme, para taparme la boca con el ritmo trepidante de su escritura y para rebatir mis reflexiones. Señoras lesbianas: no tenéis absolutamente nada que rebatirme.
Os podrá parecer una desfachatez que me deje las caderas en una orgía, que visite una sauna, que hable de mis brasileños y mis cubanos y mis italianos con pasión y fervor prodigiosos. Podéis criticar mi escritura psicótica, mi viaje sin retorno al corazón de la indecencia, mis dramáticas carencias afectivas o mi insultante ausencia de sensibilidad. Pero ir con cartitas de protesta a mamá, y además hacerlo en calidad de lesbianas, tropieza directamente con el absurdo. Machacadme como lectoras, pero no como lesbianas –el que seáis señoritas a las que les gustan otras señoritas no os concede más autoridad; igual que yo tampoco me merezco más respeto o más atenciones por el hecho de acostarme con otros varones. La discriminación positiva es un arma muy bien afilada y muy peligrosa–.
Mi único pecado es haberos ignorado desde el primer post. Alguna, incluso, me lo ha echado en cara en mensajes que parecen un chiste de Lepe. Reproduzco uno: "Este blog es absolutamente sesgado. ¿Qué pasa con las lesbianas? ¿Es que no tenemos derechos?".
Señoras: yo no he hablado de las lesbianas porque no soy lesbiana. Y tampoco he hablado de la caza furtiva de ballenas porque no soy ballenero, o del peligro de extinción del gorila porque no soy ecologista. Soy gay, lo siento.
Sé que os enfrentáis a un cometido difícil –el de la visibilidad y la aceptación–, que vuestro movimiento tiene que sortear muchos rápidos en el río de la normalización y que ser lesbiana es todavía un jodido infierno en muchos lugares del mundo. Pero yo no tengo la culpa.
Y para que veáis que soy vuestro amigo, aquí va un pequeño recordatorio para todos los impresentables, fascistas y retrógrados que se empeñan en reducir la lucha gay a una mera comparsa de musculitos en taparrabos y bolleras con espuelas.
Aunque no existen estadísticas sobre homosexualidad femenina, se calcula que en España podrían existir unos dos millones de lesbianas. Dos millones de mujeres que viven, en su mayoría, amordazadas por el silencio. De hecho, el 30% no reconoce socialmente su homosexualidad y se casa por la Iglesia o forma parejas heterosexuales.
Además, la dominación masculina se reproduce en el ecosistema homosexual, lo que sitúa a las féminas gays en una posición doblemente complicada.
Otra de las trampas de su condición sexual es el instinto maternal. "Somos lesbianas, no estériles", ha dicho en alguna ocasión Boti García Rodrigo, vocal de la FELGT. Desde las distintas asociaciones reivindican su derecho a tener hijos, un hecho muy discutido por hordas y más hordas de heterosexuales castrantes.
Lo dicho: paz, amor, y mucha suerte, compañeras del metal.
*Fuente: elmundo.es
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